Para apreciar plenamente la comodidad moderna de las tarjetas de crédito, basta con introducir la tarjeta con chip, hacer una pausa mientras se procesa y pensar en lo que ha sustituido. id:70416
Desde el principio, las tarjetas de crédito ofrecieron importantes ventajas sobre todas las formas de dinero: Son de bolsillo, fácilmente transportables, relativamente seguras y no tienen valor intrínseco en sí mismas. Además, las verdaderas tarjetas de crédito te dan tiempo para pagar tu factura, normalmente con una modesta comisión.
Según el historiador Jonathan Kenoyer, el concepto de utilizar un instrumento sin valor para representar las transacciones bancarias se remonta a hace 5.000 años, cuando los antiguos mesopotámicos utilizaban tablillas de arcilla para realizar intercambios comerciales con la civilización Harappan.
Avancemos hasta los Estados Unidos en torno al siglo XIX. Durante la expansión hacia el oeste, los comerciantes utilizaban monedas y placas de crédito para conceder créditos a los granjeros y ganaderos locales, permitiéndoles no pagar sus facturas hasta que recogieran sus cosechas o vendieran su ganado.
A principios del siglo XX, algunos grandes almacenes y compañías petroleras de EE.UU. dieron un paso más en la concesión de créditos emitiendo sus propias tarjetas, el precursor de las actuales tarjetas comerciales. Estas tarjetas sólo se aceptaban en el comercio emisor y estaban diseñadas no tanto para la comodidad como para fomentar la fidelidad de los clientes y mejorar el servicio.
Las tarjetas de crédito emitidas por los bancos surgieron en 1946, cuando un banquero de Brooklyn llamado John Biggins lanzó la tarjeta Charg-It. Las compras con Charg-It se enviaban al banco de Biggins, que era el intermediario que reembolsaba al comerciante y obtenía el pago del cliente en lo que llegó a conocerse como el sistema de "circuito cerrado". Las compras sólo podían hacerse a nivel local y sólo los clientes del banco podían obtener una tarjeta Charg-It. Cinco años más tarde, el Franklin National Bank de Nueva York siguió su ejemplo, emitiendo su primera tarjeta de crédito para sus clientes.
Con la América de la posguerra en movimiento, rápidamente le siguieron dos tarjetas de crédito para restaurantes y entretenimiento.
La tarjeta Diners Club, que debutó en 1950, se inspiró un año antes en un momento curioso cuando un cliente llamado Frank McNamara olvidó su cartera mientras asistía a una cena de negocios en el Major's Cabin Grill de Nueva York. Meses después, McNamara y su socio, Ralph Schneider, volvieron al restaurante con una pequeña tarjeta de cartón y una propuesta que dio lugar a la tarjeta Diners Club.
Utilizada principalmente para viajes y entretenimiento, la tarjeta Diners Club reclama el título de la primera tarjeta de crédito de uso generalizado. Aunque sus compras se realizaban a crédito, Diners Club era técnicamente una tarjeta de cargo, lo que significaba que la factura debía pagarse en su totalidad al final de cada mes. En 1951, Diners Club contaba con 20.000 titulares.
American Express no tardaría en marcar sus propios hitos al ampliar su alcance a otros países e introducir la primera tarjeta de plástico en 1959 que ya llevaba números de tarjeta impresos en relieve y sustituyó a las de cartón y celuloide. En cinco años, un millón de tarjetas American Express se utilizaban en 85.000 comercios, tanto nacionales como extranjeros.
El futuro de las tarjetas de crédito
¿Cómo serán las tarjetas de crédito dentro de 25, 50 o 100 años? A juzgar por los cambios que vemos hoy en día, desde la rápida evolución de las tecnologías de pago en línea y por móvil hasta los electrodomésticos que controlan y reordenan digitalmente su propio contenido, es probable que los pagos con tarjeta se integren cada vez más en nuestras vidas de formas nuevas y creativas.
Como presagio de las opciones de pago que se avecinan, Apple introdujo Apple Pay en 2014, la primera tecnología de pago por móvil de uso generalizado. Es ciertamente posible que los adolescentes de hoy no utilicen nunca una tarjeta de crédito física o que ésta no tenga números impresos para evitar el fraude prefiriendo la comodidad de la aplicación de pago con tarjeta integrada en su smartphone.
Dentro de 50 años, es igualmente probable que algún identificador físico único y 100% a prueba de robos, como el patrón de las venas de la mano o incluso el ADN, sustituya a la banda magnética y al chip como verificación de pago con tarjeta de crédito. Si avanzamos un siglo, es posible que nos convirtamos en nuestra propia tarjeta de crédito, y que nuestras formas físicas sean identificables al instante por reconocimiento de vídeo e inteligencia artificial en tiendas, bancos, restaurantes y locales de ocio.
Si algún día la tecnología deja obsoleta la tarjeta de crédito física, habrá cumplido su misión de hacer que el intercambio de bienes y servicios sea lo más cómodo posible.