La semana pasada, leíamos en un informe de Credit Suisse, que el peso de la deuda mundial sobre el PIB aumentó en 35 puntos porcentuales en 2020. En la crisis financiera de 2008 el aumento supuso 25 puntos del PIB en dos años (2008 y 2009). id:68710
Gran parte de la subida en deuda viene asumida por los gobiernos, que sitúan su endeudamiento global en el 105% del PIB mundial, frente a niveles de 88% en 2019. No sólo influye el aumento de los gastos para combatir la pandemia, sino también la caída de ingresos por los parones en la actividad. En el sector privado, el mayor aumento de la deuda se dio entre las economías desarrolladas y especialmente en Europa, donde la deuda sobre el PIB del sector no financiero creció por encima de los 50 puntos en Francia, España y Grecia.
Entre los emergentes, China registró los mayores incrementos de las ratios de deuda, seguida por Turquía, Corea del Sur y Emiratos Árabes Unidos. Las expectativas para este año van encaminadas a un nuevo aumento de la deuda global, puesto que las políticas fiscales siguen siendo expansivas.
“Los mercados están escuchando” dijo el presidente de la Reserva Federal Jerome Powell la semana pasada. Y ahora las conversaciones se centran en el posible sobrecalentamiento que se puede producir con la “normalización de la actividad” ante la efectividad del proceso de vacunación, coincidiendo con un nuevo paquete de estímulo en EE. UU., y unos bancos centrales que mantienen sus políticas expansivas. Si a ello, le unimos ciertas “restricciones” por el lado de la oferta tras la crisis vivida, es lógica la preocupación por la inflación.
Es cierto que muchos piensan que los bancos centrales están preparados, pero no es menos cierto que también lo están los boxeadores y muchos caen en el primer asalto al recibir el primer gancho. Creemos que, en este escenario, los modelos de predicción económica y sobre inflación tienen una validez relativa, ya que las circunstancias actuales no tienen precedente. Todas las miradas estarán puestas durante las próximas semanas en la evolución de las rentabilidades de los bonos, y en la actitud de los bancos centrales. Esto último, es lo mismo de los últimos diez años. Pero atentos a los bonos.