“La autarquía es empobrecedora. No se conoce ningún país que se haya hecho pobre por comerciar, pero si se conocen algunos que se han hecho pobres por no hacerlo”, ha comentado Tugores. En un momento en el que se enarbola la bandera del proteccionismo para salvaguardar las economías nacionales, ha afirmado que “la mejor defensa de los intereses nacionales es seguir confiando en economías abiertas”.
La perspectiva histórica ha estado presente en la exposición de los tres componentes de esta mesa económica. Así, Tugores ha recordado las nefastas consecuencias del nacionalismo económico aplicado tras la I Guerra Mundial. “Si hacemos las cosas mal, volveremos a repetir los horrores de Versalles. Necesitamos otro Breton Woods, no otro Versalles”.
“Ya sabemos cómo acaba la política de blindar los países frente al exterior”, ha dicho Juan Corona en parecida línea. En la disyuntiva entre nacionalismo económico y libre mercado, cree que lo fundamental es pensar en términos de persona. “Las personas viven con mayor prosperidad en un mercado abierto”.
El problema, para María Blanco, es que hay poderosos atractivos para caer en el proteccionismo. El primero es el miedo. El segundo, la pulsión de la política a acrecentar su poder. A su juicio, el nacionalismo económico es negativo por varias razones: “perjudica a las personas, genera incentivos perversos, suele utilizar artimañas emocionales y, sobre todo, una vez aplicado, es muy difícil de deshacer”.