www.economiadehoy.es

Medina del Campo, el corazón latente de una tierra de vinos legendarios

Castillo de la Mota.
Ampliar
Castillo de la Mota.
sábado 20 de octubre de 2018, 11:44h
Rodeada de horizontes infinitos en los que nunca quiere ocultarse el sol, Medina del Campo alza su silueta en la llanura castellana como mantenedora de un secular legado histórico y cultural.
La también conocida como la Villa de las Ferias por su tradición comercial fruto de los privilegios obtenidos hace siglos, despliega su entramado urbano, declarado Conjunto Histórico-Artístico, para recrear espacios cargados de simbolismo en los que viajar en el tiempo es posible, como posible es disfrutar de buenas viandas y de excelentes vinos.

La esencia medinense está indisolublemente ligada a las huellas de los personajes que pisaron sus calles como los Reyes Católicos, especialmente la reina Isabel quien vivió, dictó su testamento y murió en esta insigne villa y a la que siempre manifestó un profundo afecto, un vínculo que hoy se revive recorriendo al ruta “Caminos de una Reina”. Pero la nómina de los ilustres personajes que han escrito algunas de las páginas más importantes del libro de la historia de Medina del Campo no termina aquí. Bernal Díaz del Castillo, Simón Ruiz, San Juan de la Cruz, Fernando de Antequera, Cristóbal Colón o la mismísima Santa Teresa de Jesús, quien en su primera visita tuvo un encuentro inesperado con una manada de toros bravos recorriendo las calles de la villa camino de su encierro, han dejado un marchamo cultural incontestable en “la muy noble, muy leal y coronada villa”.

Este legado también se manifiesta de forma contundente en su patrimonio arquitectónico con el castillo de La Mota como máximo exponente, sin olvidar el Palacio Real Testamentario, la colegiata de San Antolín, las Reales Carnicerías, iglesias de todos los estilos, conventos, palacios y mil y un detalles que jalonan las cales del casco antiguo. Todo en su conjunto imprime carácter propio a la villa, algo que se palpa tanto en la vida cotidiana como en las fiestas que se viven con pasión como los Encierros Tradicionales, documentados desde hace seis siglos, o en las celebraciones más sensitivas como su Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional y en la que procesionan magníficas tallas que la convierten en un auténtico museo renacentista al aire libre, de la cual se puede tener un conocimiento más detallado en el Centro de Interpretación Huellas de Pasión.

Pero Medina del Campo atesora más sorpresas. Más allá de los regios episodios históricos que le han dado valor universal, se esconde un mundo subterráneo de galerías en forma de bodegas excavadas hace cientos de años, siendo algunas visitables. Y es en estos espacios, muy comunes también en otras localidades próximas, donde se empezó a trabajar el arte vinícola de elaborar el vino blanco por excelencia: el verdejo, un caldo vivo, fresco y con genuina personalidad.

ONCE SIGLOS DE CULTIVO DE LA VID

Situada en el corazón del territorio vinícola que forma la DO Rueda, junto a un paisaje alterno de campos de cereal y de viñedos, mantiene su fidelidad a la tradición productora, siendo uno de los municipios que desde el primer momento impulsó la creación en 2013 de la Ruta del Vino de Rueda, formando ya parte del selecto Club de Producto de Rutas del Vino de España.

Después de 1.100 años de tradición vinícola, desde que el rey Alfonso VI repoblase estas tierras con gentes de otras latitudes, entre los que se encontraban mozárabes a quienes se les atribuye la incorporación del cultivo de esta variedad en este rincón de la meseta, han hecho que la variedad verdejo y que la DO Rueda tengan un reconocimiento mundial por la altísima calidad de sus vinos blancos. Y esto también es un importantísimo legado cultural, pues detrás de cada vino hay mucha sabiduría, una pequeña o una gran historia que contar, un paisaje por recorrer y, sobre todo, una gran experiencia por disfrutar.

Desde bodegas familiares con mucho conocimiento en la elaboración del vino hasta grandes grupos bodegueros con importante presencia internacional y la tecnología más avanzada, las bodegas de la Ruta del Vino de Rueda ofrecen un magnífico catálogo de posibilidades para enamorarse del maravilloso mundo del verdejo.

Tal es la calidad del fruto de esta tierra cascajosa que el famoso “dorado” de Rueda se convirtió con Isabel la Católica y Carlos V en el vino blanco más demandado y consumido por todos los estamentos sociales de la época, obligando al Estado a dictar unas normas y establecer unos aranceles que asegurasen el abastecimiento. Todo el saber y la experiencia de siglos se ha transmitido de generación en generación para mantener y mejorar la esencia de la personalidad de los vinos de Rueda, pero sin renunciar a la modernización y la adaptación a las exigencias de los millones de adeptos en todo el mundo, lo que se traduce en una evolución de los antiguos vinos golosos y complejos a caldos frescos y afrutados de la actualidad.

Hoy la DO Rueda, con una producción de más de 100 millones de botellas al año, está considerada como una de las más vanguardistas e innovadoras del mapa productor español y Medina del Campo es el epicentro ideal desde el que recorrer este territorio lleno de sensaciones placenteras y pedagógicas.

RUTA DEL VINO DE RUEDA

Este maridaje del conocimiento de ayer con los avances de hoy hace de la Ruta del Vino de Rueda una experiencia única en la que conviven, en perfecta armonía las bodegas más modernas y tecnológicas con conceptos más tradicionales de elaboración, lo que pone al alcance del visitante una visión amplia y complementaria sobre la cultura del verdejo.

Pero la Ruta del Vino de Rueda es mucho más que vino, es cultura, es patrimonio, es gastronomía, es naturaleza, es… todo un universo para el alma y los sentidos.

La cocina tradicional tiene hoy aires renovados con reconocimientos en forma de Estrellas Michelín y Soles Repsol. En los fogones de la Ruta los protagonistas son las materias primas de primera calidad y el conocimiento. El lechazo y el cochinillo asado en horno de leña son dos señas de identidad, al igual que los platos de cuchara tan sabrosos, entrañables y recurrentes en los fríos días del invierno castellano. Otros tres productos son característicos de la gastronomía de la Ruta del Vino de Rueda: su pan, fruto característico de la meseta y elaborado con masa madre y recetas ancestrales, sus quesos artesanos elaborados desde la noche de los tiempos de múltiples maneras y la repostería artesana.

Recorrer los caminos que vertebran el suelo de la DO Rueda al encuentro de cada pueblo es caminar por las páginas de la historia, del arte y de la arquitectura. Desde Medina del Campo hasta la más alejada pedanía, cada esquina guarda un magnífico ejemplo monumental, pues no podemos olvidar que esta tierra formó parte de lo que en la Edad Media se conocía como la “despensa del reino”, por lo que nobleza y clero siempre quisieron dejar constancia de su poder y de su dominio. Y ninguna manera mejor de hacerlo que construyendo castillos, palacios, iglesias o monasterios a cada cual más grandioso, los cuales eran decorados interiormente con las mejores obras de los más reputados maestros de la época, tanto de las escuelas castellanas como de artistas influenciados por estilos más exóticos importados de Al Ándalus.

Esta particularidad nutre un catálogo cultural de impresionante magnitud y de obligada visita para comprender un modo de vida ancestral, después de la cual la percepción humanista del territorio cambia por completo.

Este rincón de la meseta castellana que en alguna época del año recuerda estampas esteparias, nunca pierde la referencia de custodiar un tramo del “gran padre Duero”, el río vinícola por excelencia, en su camino hacia tierras portuguesas. Esta gran arteria fluvial abre todo un mundo de propuestas de turismo de naturaleza, dando vida al único parque natural de la provincia de Valladolid: las Riberas de Castronuño con sus magnificas choperas ideales para paseos o para el avistamiento de aves. Una oferta que la Ruta del Vino de Rueda, una de las más deseadas a nivel nacional, enriquece también con otras rutas senderistas, de cicloturismo o ecuestres que, a través de los 40 km de recorrido entre viñedos, castillos y campos de labor unen las localidades de Medina del Campo, Rueda y La Seca. Poblaciones éstas que junto a Fresno el Viejo, Nava del Rey, Villaverde de Medina, Olmedo, Hornillos de Eresma, Pozaldez, Matapozuelos, Serrada, Valdestillas, Villanueva del Duero y Tordesillas dan forma a la Ruta del Vino de Rueda.

Queda muy patente que Medina del Campo es mucho más que historia y patrimonio de incalculable valor. Es también cultura secular y patrimonio inmaterial que cada medinense lleva en sus genes para sentir el orgullo de pertenencia a una tierra de importancia incontestable en todos los sentidos.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios