El mercado laboral español siguió consolidando su buen ritmo en el tercer trimestre de 2021, según los datos de la Encuesta de Población Activa publicados por el INE, que revelaron que la ocupación se incrementó en un 1,83 % respecto al trimestre anterior, situándose ya en los niveles previos a la crisis por la COVID-19. Por su parte, la cifra de parados ha bajado un 3,59 %. id:77410
Así, en España había entre junio y septiembre 20.031.000 ocupados, superando la barrera psicológica de los 20 millones por primera vez desde el cuarto trimestre de 2008, cuando estalló la crisis financiera. Esta cifra supone que existen 156.700 ocupados más que en el tercer trimestre de 2019, tomando como referencia el año previo a la pandemia.
Pese al descenso en las cifras de paro, la cifra de desempleados fue de 3.416.700 en el tercer trimestre del año, situándose en una tasa del 14,57 %, aún por encima del 13,92 % registrado en el tercer trimestre de 2019.
La temporalidad, una cuestión sectorial
Estas cifras se conocen mientras las negociaciones sobre la reforma laboral ocupan la agenda del gobierno y los agentes sociales y se repiten los titulares de prensa sobre los avances y retrocesos al respecto. Uno de los principales argumentos para la necesidad de esa reforma se refiere precisamente a un problema latente en el mercado laboral español desde hace décadas, que no es otro que el de la temporalidad en el empleo.
De acuerdo con los datos de la EPA, durante el tercer trimestre del año, los empleados con contrato indefinido se incrementaron en 145.000, frente a aquellos con contrato temporal, que lo hicieron en 264.100. Con estas cifras, la tasa de temporalidad se sitúa en el 26 %. Eso significa que uno de cada cuatro asalariados en España tiene un contrato temporal.
Si observamos la evolución histórica, en los últimos 10 años la temporalidad se ha mantenido entre el 25 % y el 30 %. Los niveles más bajos los registró durante los momentos más críticos de los años 2013 y 2014, con la ocupación en mínimos y el paro en máximos. A partir de la recuperación de los siguientes años, la temporalidad volvió a crecer hasta situarse en torno al 27 % desde finales de 2016 hasta finales de 2019.
Este comportamiento corrobora una evidencia: el trabajo indefinido aguanta mejor durante los tiempos de crisis, pero pierde peso cuando la actividad económica acelera y se crea más empleo temporal. La evolución durante la pandemia también lo confirma: durante el confinamiento, en el segundo trimestre de 2020, la temporalidad se situó en mínimos, en el 22 %.
La apuesta por el trabajo indefinido tiene, por tanto, razones de peso: la estabilidad de los empleados supone también una mayor solidez del sistema, tanto en cuanto a las cotizaciones como al consumo privado. Pero al margen de que la legislación pueda favorecer o penalizar más esta modalidad contractual, lo cierto es que hay sectores mucho más propensos a los contratos eventuales que otros.
En la agricultura la temporalidad supera ampliamente el 50 %, y en la construcción se sitúa en torno al 40 %. En el otro extremo, la industria rara vez hay más de un 20 % de trabajadores con contrato temporal. En cuanto a los servicios, su enorme peso sobre el conjunto (tres de cada cuatro asalariados pertenecen a este sector económico) condiciona el resultado general: si el mercado laboral se ha mantenido con una temporalidad de entre el 20 % y el 30 % en la última década es porque esa es la evolución que ha tenido el sector servicios.
La corrección de este desequilibrio histórico del mercado español —con las mayores tasas de temporalidad en la UE— no puede obviar estas particularidades sectoriales. Tiene cierta lógica que en la agricultura los empleos tengan fecha de caducidad; es menos sostenible que la tengan en la construcción. Pero la apuesta por más y mejor industria puede ayudar no solo a tener un mercado laboral más justo, sino también una economía más sólida y con potencial a largo plazo.